La semana pasada Corea del Norte declaró la ruptura del
armisticio que las dos Coreas mantenían desde 1953. Si bien desde Seúl se resta
importancia a este suceso, argumentando que no es la primera vez que el
Norte amenaza con romper la tregua, esto podría resultar un punto de
inflexión en el largo conflicto que ambas mantienen, debido a las recientes
maniobras militares del Sur, y la amenaza nuclear del Régimen del Norte. Lo
cierto es, que las dos naciones nunca han llegado a firmar la paz.
Norte y Sur son las dos caras de la misma moneda; cada una
lo contrario de la otra. Mientras que Corea del Sur es actualmente una nación
en continuo desarrollo, una gran potencia en la producción tecnológica y naval con una sociedad
democrática avanzada, Corea del Norte es gobernada por un régimen belicista,
conservador y totalitario, padeciendo su población periódicas hambrunas, y
un subdesarrollo cultural. Dos realidades condenadas al conflicto hasta que una
de ellas sea eliminada.
Pero Corea no siempre fue así. Esta pequeña península
asiática ha sido el hogar de numerosos pueblos desde tiempo neolíticos,
destacando entre ellos el reino de Shilla, Goryeo, o el Imperio Joseon. Estos
estados se vieron, sin embargo, influenciados de forma directa o indirecta por
sus vecinos China y Japón, a veces incluso de forma violenta. Esta compleja
relación internacional influyó en que a finales del siglo XIX y principios del
XX, Corea, al contrario que Japón, se negase a tratar de emular a los países
occidentales en su modernización, lo que provocó su rápida pérdida de
influencia. De esta forma, el Imperio Japonés logró fácilmente ocupar la
península en 1910, ejerciendo un férreo dominio sobre su población e imponiendo
su estilo de vida. La ocupación, que dejó amargos recuerdos, se prolongó hasta
el mismo final de la Segunda Guerra Mundial, tras la cual se esfumó el sueño de
una Corea unida.
El empobrecido país fue ocupado simultáneamente por las
tropas soviéticas en el norte, y americanas por el sur. Posteriormente, un
tratado entre las dos superpotencias dividió en dos la nación según las áreas
de influencia de la URSS y los EEUU, al norte y al sur del paralelo 38
respectivamente. Este pacto derivó en la generación de dos estados distintos,
que firmaron sendas declaraciones de independencia en 1948. Sin embargo, Kim
Il-sung, líder absoluto del régimen comunista de corte stalinista que se había
establecido en el Norte, se manifestó en contra de esta fragmentación, por lo
que invadió el Sur en 1950. Mientras que la China de Mao respaldó al régimen
norcoreano, su rival del sur fue apoyado por Naciones Unidas, y logró repeler
efectivamente la invasión. Tras tres años de dura guerra, en 1953 se firmó el
armisticio que dura hasta nuestros días, sin que hubiese ningún tipo de tratado
de paz que pusiese punto y final a esta situación.
Ambas naciones comenzaron con dictaduras: Corea del Sur fue
gobernada por el general Park Chung-hee desde 1961 hasta 1979 (asesinado por el
jefe de su propio servicio secreto), y fue sucedido por otro general, Chun
Doo-hwan, cuya dictadura nunca contó con mucho apoyo popular. Durante este
mandato se celebraron las primeras elecciones democráticas del país, que hasta
nuestros días no ha dejado de desarrollarse. Mientras tanto, en el Norte, Kim
Il-sung estableció una dinastía comunista y cerró herméticamente el país al
exterior. Actualmente Corea del Norte es
liderada por Kim Jong-un, nieto del primero, en cuyo mandato está destacando el
aumento de la tensión bélica con las potencias occidentales y su vecino del
sur.
Conforme pasa el tiempo, las diferencias entre ambas
regiones van en aumento, lo que complica cada día un poco más la reunificación.
Aún así, ninguno de los dos renuncia a esta meta, a pesar de que el
subdesarrollo de los habitantes del norte provocaría una complicadísima
situación laboral y demográfica en una hipotética Corea Reunificada, de más
difícil solución que la acontecida tras la Reunificación Alemana.
Ciudad de Kijŏng-dong, la "ciudad fantasma" |
Hoy, una franja de cuatro kilómetros de ancho recorre la
frontera entre los dos países de costa a costa de la península. Nadie está
autorizado a penetrar en ella, y se ha convertido en símbolo de la distancia
existente entre ambas realidades. Curiosamente, después de más de medio siglo despoblada,
esta franja se ha convertido en un refugio excepcional para la fauna y la flora.